HERMANDAD Y SOLIDARIDAD


Durante nuestra experiencia de vida iremos afrontando y desplazándonos por la travesía y distintas vicisitudes, acompañados seguramente por esas personas que conocemos como “Hermanos”.

Pocas veces le dedicamos el reconocimiento a esos seres que a su manera voluntaria o involuntaria están allí para ser parte de nuestra historia de vida y que por lo general les conocemos como hermanos,  quienes además no necesariamente tienen un vínculo consanguíneo con nosotros.

A esas personas que con su voluntad, deseo, aprecio y amor, se solidarizan con nosotros formando una hermandad, a pesar de no llevar la misma conformación genética, nosotros decidimos darle el espacio y el sitial de engalanarle como nuestros hermanos.

Quien por la naturaleza de su historia de vida se desarrolla en la estructura familiar de compartir con hermanos, experimenta grandes cambios emocionales importantes para el necesario equilibrio de entender que finalmente la coexistencia se sustenta en ese exclusivo intercambio, sabiendo igual que existen personas que por las condiciones del desarrollo y cambios de estructuras familiares llegan a nuestras vidas como hermanastros y allí igual existirá una enseñanza cuando aceptamos que los involucrados están en la misma condición de compartir un presente que fue por la voluntad y situaciones particulares de algunos de nuestros padres, luego de aquellas situaciones que suelen presentarse de manera imprevista.

Otros que adoptamos como nuestros hermanos por la confianza de esa amistad a prueba de todo, que el destino definitivamente tenía previsto llegaran a nuestras vidas y aquellos hermanos espirituales que nos acompañan a través de esa sincronía de pensamientos, energías, dogmas, en fin una hermana o un hermano ciertamente a su manera siempre nos brindará esas enseñanzas que definirán en el tiempo ese ser humano que hoy representamos.

Queridos y apreciados lectores, sabemos que un hermano o hermana es en el fondo esa bendición que de alguna manera nos ayudará a crecer a través de la escuela del compartir, ese compartir que vendrá acompañado por las marcadas diferencias de personalidades, donde inclusive discutiremos y tendremos momentos de tensiones que luego disiparemos en el tiempo para seguir delante, de allí lo que coloquialmente conocemos como “Si no se pelean no son hermanos”.

Las personas que por razones de la vida les tocó ser hijos únicos, tienen igual el campo abierto para abrir ese espacio personal a la  recepción de esa hermana o hermano que complementará su existencia. El premio de vida de ser un hermano o hermana no tiene un patrón predeterminado que rija él cómo debe ser, pues la hermandad llegará a su manera.

Es un buen momento para recordar a nuestros hermanos, que inclusive por las razones de la vida hoy no están con nosotros, pues indistintamente de la distancia y el espacio físico ellos siempre estarán acompañándonos. Amemos a nuestros hermanos que la vida nos premió en recibir de la manera perfecta, algunos consanguíneos, otros de crianza, por adopción, por las curiosas maneras que la vida nos ofrece y hasta por nuestra decisión de honrar a esas personas que decidimos reconocer como nuestros hermanos. En fin es un buen momento de abrazar, de llamar, de sonreír, de recordar, de extrañar, de amar a nuestros hermanos y entender que nuestro presente lleva un poco del compartir de un ayer que sólo ellos pudieron con su manera particular moldear en nosotros. Valoremos la vida esa que llega en forma de bendición a través de nuestros hermanos.

Héctor Baptista, Facilitador para crear Pensamientos Reforzadores de Vida. Sígueme por Instagram y Facebook a través de @mensajesdelcorazonhb Asesorías y Orientaciones a través del email:cuandohablaelamor1@gmail.com




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